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Philippe Lacadée - El niño lacaniano es el niño troumatizado

El autor parte de una anécdota relatada por Lacan en el Seminario XI para ilustrar cómo, para el niño, «el significante no es solamente simbólico o pacificador, sino que está vivo, es decir que puede gozar de su vida de significante por sí solo y como tal alcanzar un goce fuera de sentido», goce «traumatizante para el niño porque le escapa en tanto que un otro significante no viene a darle significación». Así, Lacan subraya «los estragos de la palabra [...] cuando no se responde a su llamado». Y, a su vez, la escena en cuestión muestra cómo «el Otro enmarca la experiencia del niño a través de su mirada», «hasta ocupar allí la posición causal que hace que esta escena exista porque es vista.» 
Lacadée nos advierte también cómo para Lacan el niño freudiano no es un inocente: «es culpable del goce que extrae usando el significante pero también abandonándose a su masoquismo primordial». Destaca a la vez el hecho de «la neurosis infantil no viene tanto del encuentro traumático con el Otro sino de lo real, del goce en juego en ese encuentro.» 
Es que debido al lenguaje, se está siempre en la discordancia del malentendido. Por eso el niño «es un inmigrante en el país de la palabra, en el país donde el llamado puede no encontrar respuesta». Esto supone que «hay para el niño un agujero [trou] en el saber, no puede poner en palabras lo que vive ». Se trata de «una experiencia fuera de sentido, [...] un encuentro con un real que no puede asimilar. El niño lacaniano es pues un niño troumatizado

Jacques-Alain Miller - Lacan, profesor de deseo (2013)

A pocos días de la llegada del Seminario VI "El deseo y su interpretación" en español, una entrevista que antecedió la publicación de la edición francesa e incluye extractos del Seminario. 
JAM nos recuerda que es porque el deseo corre bajo todo lo que se dice sin poder ser dicho, que da lugar a la interpretación.
Asimismo, por ser laberíntico y disparatado, el deseo suscita la invención de artificios que juegan el rol de brújula, lo que Lacan llama discursos. Las brújulas que hasta hace un tiempo indicaban el Padre como norte, ahora están en vías de ser suplantadas por otro discurso donde la innovación ocupa el lugar de la tradición y lo femenino le gana la mano a lo viril. Siendo que el objeto del deseo se encuentra en el fantasma individual, destaca que, sin embargo, «el fantasma de cada uno permanece irreductible a los ideales vehiculizados por los discursos».
Con el Seminario VI, el destino del deseo ya no se limita al Edipo como su forma "normal". De allí que el volumen finalice con un elogio de la perversión. «La perversión en el sentido de Lacan traduce una rebelión contra la identificación conformista que asegura el mantenimiento de la rutina social.»  
Finalmente, concluye indicando que el psicoanalista «no tiene vocación de hacerse guardián del antiguo orden, el caballero de una causa perdida. No puede creer tampoco en un futuro prometedor: la vía del deseo no es una fiesta. Así pues, él interpreta.»

François Ansermet - ¿El tóxico o el veneno? (2014)

«Lo que hace las veces de veneno para Hamlet es la palabra de su padre». A partir de esta frase de Lacan, el autor se aboca a analizar el progresivo remplazo del término tóxico por el de veneno, a los fines de constituirse la toxicología como verdadera ciencia de venenos. Ubica que el veneno «decía demasiado», ya que suponía un relato particular del envenenamiento cada vez. De modo que la ciencia parece no poder fundarse sino a costa de hacer callar al sujeto y borrar el relato, para establecer un discurso universalizante que pueda hacer sistema. 
A la vez, destaca que en este pasaje desaparece la oposición fundamental que suponía el veneno y que era la lógica del pharmakon: mientras el tóxico está en una lógica causa-efecto lineal, el veneno implica una dialéctica, siendo a la vez causa de la muerte y salida posible.
 Ansermet retoma finalmente el estatuto de veneno de la palabra del padre de Hamlet, para señalar el hecho de «que un sujeto sea sometido al veneno de la palabra [...] no quiere decir que se encuentre atrapado para siempre.» La apuesta del psicoanálisis es que pueda hacer de este veneno su propio remedio, servirse de él para inventarse su salida singular.  


Éric Laurent - ¿El psicoanálisis se cura de la transferencia? (2011)

Rápidamente responderá que no. Que la enseñanza de Lacan se opone a esto. Que al final de la experiencia analítica, la transferencia al psicoanálisis subsiste, que lo que ocurre es un «pasaje del trabajo de la transferencia a la transferencia de trabajo», sin el soporte del psicoanalista. Entonces sobreviene otra pregunta: una vez atravesado el recorrido analítico, ¿cuál es la suerte de la creencia primera al padre que está en el fundamento de la antropología freudiana?
Laurent tomará como referencia Tótem y Tabú y Moisés y el monoteísmo como testimonios de revisiones en el pensamiento de Freud con respecto al fundamento de la transferencia  y de su destino. A esto opondrá la construcción lacaniana al respecto, que pone en cuestión el universal del padre freudiano procediendo en forma lógica. El sacrificio de Abraham da cuenta de cómo «el sacrificio mismo hace pasar del registro del nombre totémico universal a un Nombre del Padre que viene a funcionar de modo particular». Se trata de un nombre que no se sostiene sino de la eficacia de su decir. Esto permite al psicoanálisis examinar «cómo cada padre hace fracasar su universal, es decir, el modo en el que fracasa la interdicción mientras autoriza un tipo de goce». Más adelante, en R.S.I., Lacan da un paso suplementario ofreciendo una versión del amor del padre que no se refiere más a la prohibición universal del incesto: «el padre no puede operar sobre los niños sino ocupándose de una mujer», es preciso que haga de una mujer el objeto causa de su deseo. Esto lleva a Laurent a preguntarse: ¿tiene o no el niño una relación directa con la posición femenina de su madre? Responderá que sí, y que la posición transexual da cuenta de ello.
Asimismo, planteará que la particularidad de la relación al amor como Lacan la define, tiene consecuencias sobre la transferencia y su salida. Laurent intentará despejar la sorprendente formulación de Lacan acerca de que «Dios interviene todo el tiempo […] bajo la forma de una mujer», ubicando que «una mujer interviene en su singularidad para dar acceso a un hombre a un goce particular». Así, plantea que la posición femenina puede esclarecer la posición masculina y las condiciones de una salida.
Concluirá, finalmente, diciendo que, «en el destino de la transferencia apoyada sobre la creencia en el amor, concebida como universal al principio del análisis, luego siempre más particularizada a medida de que éste avanza, se trata, al final de la experiencia, de captar cómo el goce aislado en el fantasma puede condescender al amor. […] Lo que permanece al final de un análisis y que debe ser acogido en su particularidad – para lo cual sirve el pase – es el saber del sujeto que concierne al partenaire que tiene posibilidad de responder.»

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