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Jacques Lacan - Neurosis y psicosis. ¿Dónde comienza lo anormal? (1968)

Se trata de una entrevista publicada en  Tonus», revista de difusión médica, en un texto que condensa fragmentos de dos artículos de Lacan de los «Escritos»: «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis» y «La dirección de la cura y los principios de su poder», para ese entonces de reciente publicación.
Lacan comienza por señalar aquí que la diferencia entre neurosis y psicosis es la que encontramos en cualquier manual de psiquiatría, y que la cura psicoanalítica puede curar una psicosis, al tiempo que con su escrito pretende examinar la cuestión de saber si el psicoanálisis es articulable a la psicosis, problema que no habían resuelto los postfreudianos. Se destacará entonces la noción de pérdida de la realidad en Freud, señalando que lo que logró su aporte fue una repercusión reducida a un simplismo por los postfreudianos. Frente a la confusión reinante, propone la consideración de cuatro puntos que hacen para él al armazón del edificio freudiano.
Luego se abocará a la cuestión de la dirección de la cura, señalando que la impotencia para sostener auténticamente una praxis se reduce al ejercicio de un poder, y que si el psicoanalista sin duda dirige la cura, no debe dirigir al paciente. Esta dirección conlleva sin embargo directivas, planteadas en una comunicación inicial como consignas, que sirven de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho el analista, y que precisan de un tiempo que consiste en hacer olvidar al paciente que se trata solamente de palabras, pero que eso no dispensa al analista de olvidarlo él mismo.

Sophie Marret-Maleval - El sinthome. Introducción a la lectura del Seminario XXIII.

La autora nos introduce a un recorrido por los puntos salientes del Seminario XXIII, apoyándose en la lectura propuesta por Miller en su curso “Piezas sueltas”, que permite trazar las consecuencias del viraje del síntoma al sinthome.  
La escritura de Joyce enseñará a Lacan cómo ser hereje de la buena manera, haciendo un uso lógico del sinthome hasta alcanzar su real, sumergiéndose así en un nuevo punto de vista que se desvía radicalmente respecto al inconsciente freudiano que se descifra y al síntoma como formación del inconsciente. Surge también una nueva concepción del cuerpo como «montón de piezas sueltas». Así, la promoción del parlêtre es relativa a un desplazamiento del sujeto del significante al cuerpo hablante.
Lacan parte de reconocer que, en Joyce, el goce del síntoma se sostiene en la promoción de su nombre propio que viene al lugar del Nombre del Padre. Así, el sinthome procede de un cambio de modelo (del lógico al topológico) que afecta la tríada RSI, y es una suplencia del padre y del falo. De este modo, se despeja la función del padre como una de pura nominación, de conjunción entre lo real y lo simbólico, la cual también es garantizada por el síntoma reducido a su núcleo. Esto supone el cuestionamiento más radical al fundamento mismo del psicoanálisis, al cual Lacan es conducido a partir del síntoma como fuera de discurso, revelando que se trata del goce puro de una escritura y que solo puede ser comprendido como captando la función de la letra en el lenguaje que hace borde entre lo real y lo simbólico.
Se destacará también que el Nombre del Padre es un S1 que ayuda a volver legible el goce, y que «el paso del sinthome consiste en pensar el goce sin el S1». Así, podrá decirse que «estar desabonado del inconsciente es lo real de todo síntoma», y que Joyce da la esencia del síntoma en tanto que desvinculado del inconsciente. Esto permite trazar nuevas vías clínicas con las que captar más específicamente el punto de incidencia del lenguaje sobre lo real, los modos de anudamiento posibles de elementos separados. 

Miquel Bassols - El lenguaje como trastorno de lo real (2013)

Bassols comienza por recordarnos que fuimos formados en el estudio preciso de los trastornos del lenguaje considerándolos como criterio diagnóstico por excelencia en la clínica de la psicosis, en tanto «presencia del significante en lo real», y que Lacan ya veía allí «la situación del hombre moderno».  Así, el autor nos propone como hipótesis que, en esta época marcada por los efectos de la técnica sobre el sujeto de la ciencia, puede decirse que pasamos de los trastornos del lenguaje al lenguaje mismo como un trastorno del cual habría que curar a la humanidad.
Nos señala entonces una experiencia reciente de las neurociencias que encontró su fracaso en la barrera ineliminable del lenguaje, el cual debiendo ser un medio de comunicación se vuelve causa principal de incomunicación, un trastorno de lo real que hace imposible inscribir allí la relación sexual y que da cuenta de un goce inútil a los fines de la comunicación. Lacan, a partir de la experiencia de escritura de Joyce, pudo mostrar que el lenguaje mismo es un trastorno del cual se puede hacer en el mejor de los casos un sinthome, un modo de gozar singular para el sujeto. El sujeto psicótico hace objeción al ideal de un borramiento posible del trastorno del lenguaje intentando hacer con él un sinthome en el que creer de modo radical.
Así, si la tecnociencia sueña todavía con un real curable del trastorno del lenguaje, el psicoanálisis muestra lo incurable de este trastorno en cada ser hablante. El lenguaje introduce un abismo en lo real que, una vez considerado con los instrumentos del psicoanálisis y a la luz del sinthome, implica la existencia de un nuevo real, un real que la ciencia no puede tener en cuenta en la medida en que ella se funda en su forclusión, en el olvido más absoluto de este abismo.

Pascal Pernot, Serge Cottet, Marie-Hélène Roch y otros - Del sujeto del inconsciente al parlêtre (2009)

Trabajo producido por un cartel de la ECF que parte de subrayar el interrogante freudiano acerca de cómo trata el ser parlante el goce hetérogeneo al lenguaje, frente al cual se ubicaba un sujeto que, habitante del lenguaje, no es amo en su morada, y cuyas asociaciones verbales cifran su saber inconsciente. Sin embargo, un desciframiento del inconsciente no es el término de la experiencia que puede esperarse de un psicoanálisis, en tanto el síntoma conjuga el ciframiento verbal a la vez que la satisfacción del cuerpo que goza, es decir, lo que se presta a una traducción y lo que se define como una falla de traducción, inaccesible al lenguaje. Esta división del sujeto del inconsciente entre lenguaje y goce del cuerpo, es lo que de Freud toma como punto de partida el itinerario lacaniano que lleva del sujeto del inconsciente al parlêtre, y que permitirá ubicar que el sujeto del inconsciente y el goce están en el exilio recíproco, mientras que el parlêtre reintroduce la dimensión de la pulsión en el verbo.
Así, se pasa a un primer momento de Lacan, con su retorno a Freud, en el que utiliza el significante y la consecuencia lógica de sus articulaciones, y hace que el término sujeto designe una falta-en-ser y que el inconsciente aparezca como sucesión de soluciones de continuidad, de la cual se deduce una práctica del análisis que pone en juego esas escansiones. Más tarde, reelabora el inconsciente para incluir el fuera de sentido, ubicando que el goce acompaña al sujeto del inconsciente, clínica que impone saber cómo cada sujeto goza de la actividad de ciframiento y cómo la experiencia analítica puede tocar lo real de la pulsión. La última enseñanza de Lacan zanja finalmente la cuestión freudiana de la Spaltung con la clínica del parlêtre, en la que la práctica lacaniana opera por medio de cortes asemánticos, desabonando al parlêtre de su pasión del significante, y dando a la cura analítica toda su dimensión de experiencia inventiva, que abre para cada sujeto una ética de la responsabilidad de su modo singular de goce.

Marie-Hélène Brousse - De la Madona a Santa Ágata: Lacan, el deseo y lo real (1992)


Brousse se embarca en un recorrido muy preciso por la obra lacaniana para situar la reevaluación de la figura de la madre en la relectura del Edipo freudiano que efectuó Lacan a lo largo de los años. Así podrá decir que Lacan volvió posible un avance auténticamente postfreudiano del psicoanálisis sustituyendo el mito edípico por la metáfora paterna, pasaje ligado a un proceso de reducción: del padre de la realidad al Nombre, y de la madre al deseo. Este deseo materno presenta a su vez dos caras: una cara fálica de significación, condición de todo investimento libidinal, y otra cara de enigma, que deja entrever lo que escapa al sentido.
Localiza cómo los postfreudianos habían inscripto la relación del sujeto al objeto bajo la insignia de la Leche Buena, haciendo de las representaciones de la Madona dando el pecho al niño Jesús, la representación ideal de esa relación. Lacan permitirá ubicar que los lazos entre la madre y el niño se organizan no a partir de la satisfacción de una necesidad alimentaria sino a partir de la interrupción de esa satisfacción; el corte no sucede entre la madre y el niño, sino entre el sujeto y el objeto: es el pecho, y no la madre, el que se vuelve causa de deseo.
De allí que se derive que Santa Ágata, llevando su pecho sobre una bandeja, sea una imagen más aproximada de la relación del sujeto al objeto en causa en su deseo, que el niño en brazos de la Madona completo por el pecho. Lo que permite a Brousse enunciar: «Nunca toda madre: la relación madre-niño no abre ningún acceso privilegiado a la feminidad; ninguna universalización es posible por allí donde, escapando a la castración, viniera a desmentir que no hay relación sexual.» Este recorrido le permite entonces destacar cómo el deseo se orienta hacia lo real y no hacia la imagen o el mito.  

Éric Laurent - El psicoanálisis, muy vivo (2013)

Les traigo esta vez una entrevista publicada en Courtil en Lignes sobre su libro “La batalla del autismo”, en la que Laurent alude al enfrentamiento con los adversarios del psicoanálisis, y resalta que, frente a la desilusión producida por algunos métodos de las TCC, es necesario «precisar mejor el tipo de aprendizajes no estrictamente repetitivos que sostenemos». En su opinión, en la práctica entre varios en instituciones con un enfoque plural, el modo de intervención con el autista permite salir del autismo para volver a él, pero de otra manera, una que no tiene que hacerlo caer en la locura, sino que trata de apoyarse en el objeto autista «para ampliar el mundo del sujeto y permitirle encontrar su lugar en un Otro».
A la vez, destaca que el autismo es un campo que no se define como de la forclusión del Nombre del Padre, en tanto se observan «fenómenos clínicos que no tienen correspondencia en la psicosis». Se trata aquí de «la pura repetición del Uno, sin implicación del cuerpo o de lo imaginario». Así pues, extendido el concepto de autismo al sujeto contemporáneo, puede decirse que «la soledad radical no es la del sujeto, sino la del Uno de goce».
Señala, finalmente, que si el cientificismo contemporáneo es uno de los nombres de la pulsión de muerte, que apunta a acabar con los síntomas por medio de un saber estadístico fetichizado, el psicoanálisis por su parte «no cesa de ofrecer su réplica a esta pulsión». Para orientarse en este mundo donde la locura es un modo de ser «y reconocer el lugar del sujeto, hacen falta allí las referencias del psicoanálisis muy vivo, el de hoy.»
   

Philippe De Georges - «Goce, mujer es tu nombre…» (2014)

Partiendo de la puntuación de Philippe Hellebois sobre una frase del Seminario VI«Lo que cumple la función del veneno para Hamlet es la palabra de su padre» (que ya ha sido desarrollada en otra publicación por François Ansermet en su vertiente tóxica) - De Georges la retoma poniendo en primer plano otra cuestión:«la acusación venenosa del Rey muerto no se refería tanto al impostor criminal sino a su mujer, Gertrudis, madre del héroe, culpable de "la insondable traición del amor"», lo cual había llevado a Hamlet a pronunciar su famosa frase«Fragilidad, ¡tu nombre es mujer!»
El autor va a señalar que este tema es un hilo conductor en las tragedias de Shakespeare, y hará referencia al Rey Lear y muy especialmente a Otelo, donde la recusación de la feminidad «toma la forma del rechazo radical y termina en el asesinato», pagando Desdémona «el precio de la sospecha y del oprobio lanzado sobre el goce femenino», testimoniado por «el carácter inquebrantable y sin ley de lo que vive en la carne de Gertrudis, de Ofelia y de Desdémona».

Pierre Naveau - La relación al lenguaje en la psicosis: invenciones y hallazgos (2012)

El autor propone como hipótesis que la especificidad del síntoma como modo de goce en la psicosis puede ser considerada como invención o como hallazgo, lo cual define un modo de abordaje clínico. Propone ilustrarlo con dos casos de adolescentes psicóticos que surgen de presentaciones clínicas. 
El primero, se trata de un sujeto cuyo modo de hablar le es particular y consiste en un cierto manejo de la repetición, que practica de modos variados, donde el síntoma que le es singular es «mas bien decirlo dos veces que una»«invención cuyo recurso es el dualismo que caracteriza al lenguaje». Allí «el traumatismo de la lengua se manifiesta [...] de un modo paradojal. Es la lengua que habla sola a pesar de él. La lengua en cierto modo goza de sí misma. [...] El instrumento de este goce es una suerte de automatismo de repetición.» 
En el segundo sujeto, se presenta un acontecimiento de cuerpo ligado a su negativa a ir a clases o al hospital: no logra levantarse por las mañanas, no consigue poner su cuerpo en movimiento. «Es, ciertamente, un síntoma, pero que constituye un hallazgo subjetivo.» Su negativa es «la manifestación de un agujero en el lenguaje», atañe al acto de enunciación, «es el retiro de la palabra lo que provoca esta imposibilidad de entrar en el mundo».
La tesis de Naveau es que se trata en ambos casos de síntomas graves considerados por el discurso médico-social como discapacidades. Pero que, en cambio, desde la perspectiva psicoanalítica, respecto a la estructura del lenguaje, pueden ser abordados como una clínica de invenciones y hallazgos. 

Philippe Lacadée - El niño lacaniano es el niño troumatizado

El autor parte de una anécdota relatada por Lacan en el Seminario XI para ilustrar cómo, para el niño, «el significante no es solamente simbólico o pacificador, sino que está vivo, es decir que puede gozar de su vida de significante por sí solo y como tal alcanzar un goce fuera de sentido», goce «traumatizante para el niño porque le escapa en tanto que un otro significante no viene a darle significación». Así, Lacan subraya «los estragos de la palabra [...] cuando no se responde a su llamado». Y, a su vez, la escena en cuestión muestra cómo «el Otro enmarca la experiencia del niño a través de su mirada», «hasta ocupar allí la posición causal que hace que esta escena exista porque es vista.» 
Lacadée nos advierte también cómo para Lacan el niño freudiano no es un inocente: «es culpable del goce que extrae usando el significante pero también abandonándose a su masoquismo primordial». Destaca a la vez el hecho de «la neurosis infantil no viene tanto del encuentro traumático con el Otro sino de lo real, del goce en juego en ese encuentro.» 
Es que debido al lenguaje, se está siempre en la discordancia del malentendido. Por eso el niño «es un inmigrante en el país de la palabra, en el país donde el llamado puede no encontrar respuesta». Esto supone que «hay para el niño un agujero [trou] en el saber, no puede poner en palabras lo que vive ». Se trata de «una experiencia fuera de sentido, [...] un encuentro con un real que no puede asimilar. El niño lacaniano es pues un niño troumatizado

Jacques-Alain Miller - Lacan, profesor de deseo (2013)

A pocos días de la llegada del Seminario VI "El deseo y su interpretación" en español, una entrevista que antecedió la publicación de la edición francesa e incluye extractos del Seminario. 
JAM nos recuerda que es porque el deseo corre bajo todo lo que se dice sin poder ser dicho, que da lugar a la interpretación.
Asimismo, por ser laberíntico y disparatado, el deseo suscita la invención de artificios que juegan el rol de brújula, lo que Lacan llama discursos. Las brújulas que hasta hace un tiempo indicaban el Padre como norte, ahora están en vías de ser suplantadas por otro discurso donde la innovación ocupa el lugar de la tradición y lo femenino le gana la mano a lo viril. Siendo que el objeto del deseo se encuentra en el fantasma individual, destaca que, sin embargo, «el fantasma de cada uno permanece irreductible a los ideales vehiculizados por los discursos».
Con el Seminario VI, el destino del deseo ya no se limita al Edipo como su forma "normal". De allí que el volumen finalice con un elogio de la perversión. «La perversión en el sentido de Lacan traduce una rebelión contra la identificación conformista que asegura el mantenimiento de la rutina social.»  
Finalmente, concluye indicando que el psicoanalista «no tiene vocación de hacerse guardián del antiguo orden, el caballero de una causa perdida. No puede creer tampoco en un futuro prometedor: la vía del deseo no es una fiesta. Así pues, él interpreta.»

François Ansermet - ¿El tóxico o el veneno? (2014)

«Lo que hace las veces de veneno para Hamlet es la palabra de su padre». A partir de esta frase de Lacan, el autor se aboca a analizar el progresivo remplazo del término tóxico por el de veneno, a los fines de constituirse la toxicología como verdadera ciencia de venenos. Ubica que el veneno «decía demasiado», ya que suponía un relato particular del envenenamiento cada vez. De modo que la ciencia parece no poder fundarse sino a costa de hacer callar al sujeto y borrar el relato, para establecer un discurso universalizante que pueda hacer sistema. 
A la vez, destaca que en este pasaje desaparece la oposición fundamental que suponía el veneno y que era la lógica del pharmakon: mientras el tóxico está en una lógica causa-efecto lineal, el veneno implica una dialéctica, siendo a la vez causa de la muerte y salida posible.
 Ansermet retoma finalmente el estatuto de veneno de la palabra del padre de Hamlet, para señalar el hecho de «que un sujeto sea sometido al veneno de la palabra [...] no quiere decir que se encuentre atrapado para siempre.» La apuesta del psicoanálisis es que pueda hacer de este veneno su propio remedio, servirse de él para inventarse su salida singular.  


Éric Laurent - ¿El psicoanálisis se cura de la transferencia? (2011)

Rápidamente responderá que no. Que la enseñanza de Lacan se opone a esto. Que al final de la experiencia analítica, la transferencia al psicoanálisis subsiste, que lo que ocurre es un «pasaje del trabajo de la transferencia a la transferencia de trabajo», sin el soporte del psicoanalista. Entonces sobreviene otra pregunta: una vez atravesado el recorrido analítico, ¿cuál es la suerte de la creencia primera al padre que está en el fundamento de la antropología freudiana?
Laurent tomará como referencia Tótem y Tabú y Moisés y el monoteísmo como testimonios de revisiones en el pensamiento de Freud con respecto al fundamento de la transferencia  y de su destino. A esto opondrá la construcción lacaniana al respecto, que pone en cuestión el universal del padre freudiano procediendo en forma lógica. El sacrificio de Abraham da cuenta de cómo «el sacrificio mismo hace pasar del registro del nombre totémico universal a un Nombre del Padre que viene a funcionar de modo particular». Se trata de un nombre que no se sostiene sino de la eficacia de su decir. Esto permite al psicoanálisis examinar «cómo cada padre hace fracasar su universal, es decir, el modo en el que fracasa la interdicción mientras autoriza un tipo de goce». Más adelante, en R.S.I., Lacan da un paso suplementario ofreciendo una versión del amor del padre que no se refiere más a la prohibición universal del incesto: «el padre no puede operar sobre los niños sino ocupándose de una mujer», es preciso que haga de una mujer el objeto causa de su deseo. Esto lleva a Laurent a preguntarse: ¿tiene o no el niño una relación directa con la posición femenina de su madre? Responderá que sí, y que la posición transexual da cuenta de ello.
Asimismo, planteará que la particularidad de la relación al amor como Lacan la define, tiene consecuencias sobre la transferencia y su salida. Laurent intentará despejar la sorprendente formulación de Lacan acerca de que «Dios interviene todo el tiempo […] bajo la forma de una mujer», ubicando que «una mujer interviene en su singularidad para dar acceso a un hombre a un goce particular». Así, plantea que la posición femenina puede esclarecer la posición masculina y las condiciones de una salida.
Concluirá, finalmente, diciendo que, «en el destino de la transferencia apoyada sobre la creencia en el amor, concebida como universal al principio del análisis, luego siempre más particularizada a medida de que éste avanza, se trata, al final de la experiencia, de captar cómo el goce aislado en el fantasma puede condescender al amor. […] Lo que permanece al final de un análisis y que debe ser acogido en su particularidad – para lo cual sirve el pase – es el saber del sujeto que concierne al partenaire que tiene posibilidad de responder.»

Miquel Bassols - A(u)teísmo y creencia (2012)

Se plantea que el fenómeno autista es el que hace la objeción más radical a la suposición de un sujeto del inconsciente y que, a su vez, toca también un hecho de civilización: hoy se presenta en un uso generalizado como una falta de lazo social con el otro, toca al estatuto mismo del sujeto de nuestra época, a quien vemos replegado sobre su goce que calificamos de autista.
Bassols destaca que el sujeto autista es quien no cree en el Otro concebido como un otro sujeto, y es por eso que es el ateo por excelencia, tal vez el único, en un mundo que a pesar de todo intenta hacer existir al Otro. Que el sujeto autista no crea en el Otro lo diferencia del sujeto psicótico, quien no solo cree en sus alucinaciones sino que les cree. El fundamento de la creencia es pues esta posibilidad de atribución de un ser al Otro en la medida en que puede decirnos algo y, por eso, en el caso del sujeto autista, es justamente por no poder creer en él que no puede tampoco poner en duda lo que escucha. En este sentido, es una especie de tortura lo que hacen las técnicas de adiestramiento: obligarlo a creerle al Otro sin creer en él. 
Ubica que la cuestión decisiva en el tratamiento del autismo es saber si suponemos o no un sujeto a los fenómenos clínicos recubiertos por este término y qué clase de sujeto podemos suponerle, cuestión tanto política como clínica, frente a la cual no se recurre sino a la creencia. Y a esto también apela la ciencia. Para el psicoanálisis, la cuestión es encontrar con el sujeto un sinthome que pueda funcionar para él como punto de apoyo en su vida, siempre como una suplencia de toda creencia posible.
 

Judith Miller, Jacques Aubert, François Regnault y otros - Conversación sobre Lacan y Joyce (2012)

En esta discusión que se desarrolla luego de la representación teatral del primer capítulo de Finnegans Wake, J. Miller recuerda que Joyce era un rompecabezas para Lacan, y sostiene que en esta obra estamos ante un texto ilegible, más no impronunciable; mientras que F. Regnault reflexiona sobre el ejercicio imposible de introducir a Joyce en el teatro.
J. Aubert destaca que pronunciar lo que era del orden de lo escrito es lo que hace de este texto literatura,  y subraya la insistencia de la cuestión de la voz, a la que le da aquí estatuto de voz áfona, en tanto está en relación con un real imposible. A su vez, describe a Joyce como un cantante fracasado: él utiliza todas las posibilidades del canto, lo cual constatamos en Finnegans Wake, donde hay algo de una relación entre la escritura y la voz. La presencia de lenguas extranjeras funciona mucho a nivel de la voz y de las entonaciones.  
J. Attié señala que lo que une a Joyce y a Lacan es la letra, y que Joyce utilizó esto al límite, manejando la letra fuera de los efectos de significado a los fines de un puro goce. Acentúa que en Joyce la cuestión del origen está puesta al comienzo de cada palabra; la letra viene del goce y se pierde en la palabra.
Finalmente, se trata de una «representación teatral que nos confronta al fuera de sentido, que no es sin embargo un fuera de goce.»

Y de yapa: el audio de Joyce leyendo un fragmento de Finnegans Wake, al que aluden en esta conversación (click aquí)

Esthela Solano-Suárez - Sueños, delirios y despertares (2010)

A partir de la primera enseñanza de Lacan, distinguirá sueño y delirio en función de la lectura estructural del inconsciente: «el sueño como articulación de saber que produce una significación contigua a algo del orden del deseo y el delirio como articulación de saber para producir una significación delirante que estabiliza la relación entre significante y significado.»
Luego avanzará hasta el Seminario 20 para situar la cuestión del goce y dirá: «Allí donde eso habla, eso goza, allí donde eso sueña también, y allí donde eso delira, eso goza tanto más.» Retomará entonces el soñar desde esta nueva perspectiva: «Si soñamos, si hablamos, si producimos síntomas, actos fallidos, la hipótesis de Lacan es que se trata de suplir, por goces desviados, por goces que no hacen falta, al goce que haría falta pero que no hay. […] Es porque pasamos nuestro tiempo soñando para llenar el lugar de la relación sexual que no hay, que nos despertamos para seguir soñando. […] no hay posibilidad alguna para el parlêtre de despertarse porque no podemos salir de los efectos de sentido con los cuales construimos nuestro pequeño mundo. […] el despertar total que consistiría en aprehender el sexo, lo que está excluido, […] puede tomar entre otras formas […] la de la muerte», a la cual Lacan también le dará el estatuto de un sueño: el de alcanzar un saber absoluto, el de la eternización, o bien el de un completo borramiento.
Hablará de la debilidad mental y el delirio generalizado como nombres que da Lacan a este imperio de sentidos sobre nuestros cuerpos y a nuestro modo de embrollarnos allí. El delirio común concierne «a una creencia que participa también del sueño y que consiste en creer en la armonía entre lo universal y lo particular.»
Se detendrá también en la cuestión del goce femenino, señalando que, para la mujer, «su goce que no es todo fálico, se remite más bien al significante de la falta en el Otro, que la vuelve sensible a algo del orden de un apetito de palabra y de texto.» Asimismo, hablará del inconsciente homosexual, que ignora «el principio del no-todo de la feminidad.» Y concluirá destacando que, en tanto procede por la vía del uno por uno, «el psicoanálisis, como la feminidad, atañe al no-todo.»

Marie-Hélène Brousse - Tras las pistas de la histérica moderna (2010)

Brousse plantea aquí que, a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, «la histeria es la estructura que más responde al llamado del padre». Comienza por hacer un retrato de la histeria a la altura del Seminario 17, momento crucial de  «transformación de la histeria en tanto que síntoma [...] en la histeria en tanto que discurso», donde el discurso histérico «define el significante amo por el padre [...] como pura potencia simbólica
Si en el Seminario 17  Lacan somete los mitos freudianos a un análisis estructural y los reduce a una equivalencia (Muerte del Padre es igual a Goce de la madre), en el Seminario 18 va a salir de esto, oponiéndolos: «el mito de Edipo fue construido a partir de la palabra histérica, mientras que Tótem y Tabú fue construido [...] más bien en la vertiente de la neurosis obsesiva». Esta oposición le permite situar a la histeria y la neurosis obsesiva como «dos modalidades que se corresponden para [...] hacer existir la relación sexual vía el lazo, [...] habrá lazo fabricado por la ley o por el comunitarismo
Bajo esta observación, Brousse caracterizará a la época actual a partir del «ascenso del comunitarismo con Tótem y Tabú, por oposición a la declinación del Edipo» y situando que «la cuestión de la satisfacción está saturada por el ascenso del objeto a». Hoy «es admitido por todo el mundo que la relación sexual no existe», planteándose que «entre dos adultos que consienten, todo es posible», lo cual lleva a una redefinición radical de la perversión. Al mismo tiempo, las comunidades o asociaciones «reivindican una solución alternativa a la relación» donde «lo que viene al lugar del lazo social [...] es la relación con el objeto
Asimismo, opondrá la perspectiva del superyó como un llamado al goce, a la perspectiva de la histérica como un llamado a la verdad. Y en este sentido planteará que «es sumamente deseable que las histéricas hoy hablen para eventualmente hacer contra empleo al comunitarismo del superyó». Es que, a pesar de todo,  «la solución histérica continúa perturbando» bajo la forma de un  «no para mí»
La histérica moderna es entonces la que «sabe que el falo es un semblante, [...] y se pone en posición de estar causada, animada, por ese semblante y de tener que sostenerlo buscando un hombre que se lo permita», lo cual «coloca a la histérica del lado hombre.»
Finalmente, con en el Seminario 24, Brousse ubica que «la definición de la histérica es el inconsciente como Otro» y que «el amor al padre es lo que da un cimiento a la histérica, pero también lo que impide el trabajo analítico del lado de» una «neutralización de la diferencia entre conciencia e inconsciente», que piensa a partir de la banda de Moebius. Destacará que «cuando no hay límite entre la conciencia y el inconsciente, estamos del lado del inconsciente real.»

Jacques Lacan - Intervención sobre el informe de R. Loewenstein «El origen del masoquismo y la teoría de las pulsiones» (21/02/1938)

En esta oportunidad, Lacan discute una presentación de su analista, R. Loewenstein, comentando algunos puntos y discrepando en otros.
Destacará la importancia de retomar la cuestión de la intuición freudiana de la pulsión de muerte, señalando que hay mucho por hacer sobre este punto, y que ya Freud lo pensaba como algo que irrumpe en un «biologismo que obstruye demasiado». 
Así, subrayará la relación entre el hombre y la muerte, enunciando que «en el campo biológico  el hombre se distingue en que es un ser que se suicida, que tiene un superyó» y que, a la vez, se especifica por el hecho de que « es el animal que sabe que morirá, que es un animal mortal».

Jacques Lacan, Jacques-Alain Miller, Jacques Aubert y Philippe Sollers - Intervenciones durante las Conferencias del Campo Freudiano (09/03/1976)

Los cuatro discuten tras una intervención de Jacques Aubert sobre Retrato del artista adolescente de James Joyce.
Miller va a proponer que se trata de una literatura que especula con el síntoma, diferenciándola de aquella que se funda sobre el fantasma. Joyce desafía el fantasma y efectúa la estructura del síntoma, y esto lo muestra el efecto de su texto sobre el lector. Se pregunta entonces cuál es la función de Stephen, protagonista de la novela, en la economía subjetiva de Joyce.
Lacan reflexionará sobre la formación católica y dirá aquí que un verdadero católico es inanalizable. Planteará también que el análisis es la forma de supervivencia en el catolicismo.
A partir de estas puntualizaciones, se debatirá luego sobre el porqué de la traducción inglesa del Ich por ego. En relación a esto, se preguntarán si Stephen no sería el ego para Joyce, y cuál es la función del ego en la formación católica.

Jacques Lacan - Para la lectura de Freud (1977)

En este texto, publicado recién en 1984 como prólogo a un libro de R. Georgin, Lacan destacará que «lo que preserva a la praxis psicoanalítica […] es el inconsciente. […] Parece estúpido recordarlo, pero lo es mucho menos cuando nos damos cuenta que nadie sabe lo que es. […] Lo que conviene articular como siendo su estructura, es el lenguaje. Ese es el corazón de lo que enseño. […] Hay que partir de allí para revisar todo lo que avanza en el progreso de una experiencia de la cual no se puede dar cuenta sino en un discurso […]. Se engendran en eso consecuencias incalculables que van de la ética a la política, de la teoría de la ciencia a la lógica que la sostiene.»
Dirá más tarde que el inconsciente «es lo real, […] lo real en tanto que imposible de decir, es decir, en tanto que lo real es lo imposible». Y añadirá que, la obra literaria, «en tanto que está escrita, no imita el efecto del inconsciente, lo plantea como equivalente, no menos real que él, […] allí está lo real.» Se preguntará, entonces: «¿Puede constituirse en el psicoanálisis la ciencia de lo imposible como tal? Es en esos términos que la cuestión debe ser planteada, ya que, desde su origen, Freud no definió de otro modo al psicoanálisis.»
Subrayará también que «la interpretación no tiene que ser más verdadera que falsa. Tiene que ser precisa, lo que en última instancia va a poner fin a la llamada al sentido»
Advertirá, asimismo, que «los psicoanalistas […] tienen en su terreno mucho por hacer. […] El inconsciente no se deja más hacer como en tiempos de Freud» Pero, para el psicoanalista, «la resistencia mayor se manifiesta tal vez en su negativa a impulsar el examen de la cuestión del inconsciente más allá […] lo que sin duda requiere de un nuevo esfuerzo, pero un esfuerzo también renovado.»

Éric Laurent - Los autistas. Sus objetos, sus mundos. (19/11/2013)

Les traigo la transcripción de la Conferencia que ofreció Éric Laurent el año pasado en la Facultad de Psicología de la UBA, en el marco de la Buenos Aires Lacaniana 2.
Luego de mencionar las polémicas y faltas de consenso en relación a la identificación, el diagnóstico y los infinitos intentos de la ciencia por situar una causa para el autismo, Laurent se refiere muy especialmente a la actual epidemia de autistas, a partir de los nuevos agrupamientos del DSM, y el hecho de que no haya medicación específica que se dirija a estos trastornos.
Insiste fuertemente en la relación electiva que tienen estos sujetos a cierta clase de objetos, que ubica como «objetos autistas», situando entorno a esto «las palabras que tienen una dimensión particular, el pensamiento en imágenes y el cálculo» y destacando que estos niños «no pasan solamente por la lengua común para digirse al Otro». En este sentido, resalta la relación del sujeto autista con el cálculo, con lo real particular del número, en tanto «es un acceso a lo real de una manera que no está contaminada por la imaginarización de esta realidad».
Laurent vuelve varias veces al concepto de sameness de Kanner, y propone integrar en nuestras investigaciones clínicas sobre el autismo la consideración de «cómo el cuerpo está afectado de una manera real», tratándose de la presentificación «repetitiva de un real en el cuerpo».
Señala que, para el sujeto autista, los equívocos de la lengua son insoportables, y por eso encontramos su esfuerzo por «tratar de pensar la lengua como cálculo puro» en la operación de «dar vida a algo que aparentemente no está vinculado a su cuerpo. Él trata de hacer una conexión, un aparataje, con un Otro, que puede funcionar como una máquina, es decir, como un saber definido de manera absoluta.» Destaca que, lejos de lo que se cree, «esta máquina es un instrumento vivo», «es articulación directa con el cuerpo». 
«El acercamiento particular del autista es que no hace uso de los semblantes [...] establecidos en el discurso común.» Así, se observa una «disyunción entre la visión y la mirada», y las «tentativas de construir lo que no se ve, el espacio que cae del campo de la visión», de las cuales Laurent da múltiples ejemplos. Es que, en el espacio que vive el sujeto autista, no hay agujeros limitados por un borde simbólico, no hay bordes, y «este gran agujero negro, por lo tanto, no está articulado con el espacio» y «se añade como una amenaza constante en la cual el sujeto mismo puede caer».
Aborda, por último, la sensibilidad con el ruido, la cual vincula al ruido fundamental de la lengua. Así «en los sujetos autistas, se podría decir que las tentativas de reducir la lengua a la repetición de lo mismo, de la sameness, es una tentativa de reducir en los equívocos de la lengua que se manifiestan en la dimensión de un ruido que no cesa, que no se puede asignar a un significante preciso, que está debajo de todo el conjunto de los significantes y que insiste como la voz de la lengua.»

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Jacques Lacan - Intervención sobre la exposición de J. Rouart «Del rol del onirismo en las psicosis de tipo paranoico y maníaco-depresivo» (1936)

Lacan valora aquí la importancia de las relaciones del delirio con el sueño, el relato del sueño y el onirismo en la estructura de las psicosis. Por eso, intentará establecer analogías y diferencias entre estas cuatro  «experiencias y actuaciones»
Primero, se retractará en relación a la idea de que el onirismo fuese análogo al delirio. Luego, planteará, por una parte, que «el onirismo es una experiencia vivida más pasiva que el sueño», pero que «en uno y otro caso se trata de vivido puro».
Por otro lado, emparentará al relato del sueño y al delirio, postulando que «el relato del sueño hecho après-coup me parece ser un pequeño delirio bien sistematizado que se aleja tal vez tanto del sueño mismo como el delirio del onirismo. Se trata en ambos casos de dos registros diferentes, el de lo puro vivido y el de la actuación.»

Jacques Lacan - Sesión extraordinaria de la Escuela Belga de Psicoanálisis (14/10/1972)

«Si no se puede hacer de Lacan una estatua, si nunca se puede recuperarlo y meterlo en alguna parte, en una necrópolis de un saber establecido, es también porque Lacan no rechaza pregunta alguna y nunca nos pide echar un velo púdico sobre aquello que deseamos preguntarle.» 

Convocado a dar una conferencia, opta en cambio por ofrecerse a ser interrogado, interesándose especialmente en los problemas internos de la Escuela. Veremos aquí los distintos temas a los que es convocado a hablar.

Sobre el analista, reflexiona: «casi cualquiera puede declararse analista, [pero] el analista, eso tiene para mí un sentido muy problemático. [...] Es necesario primero que esa posición sea [...] ocupable. Esto hasta deja una duda sobre la existencia del analista. Finalmente, ¿a partir de cuándo hay un analista?» Y, más tarde: «Me veo poco incitado a pensar que para ser analista eso deba ligarse a una aptitud [don]. Por lo tanto, pienso que lo más verosímil es que sea un cierto tono [ton]. Es incluso absolutamente opuesto a la función analítica, es que eso no nos viene del cielo.»

Lo que lo lleva a pensar en el pase: «el testimonio del interesado [...] no es por supuesto testimoniar de aquello que es ser analista, puesto que es precisamente eso lo que está en suspenso. [...] Dónde él está en el momento en que, o bien eso se confirma, o bien eso simplemente se afirma, eso que lo ha hecho desear ocupar esa posición.» «Es que los pasantes llegan allí, por esta experiencia del pase, a un resultado absolutamente no creíble, a una precipitación de un montón de cosas que estaban ahí aún en suspenso en su análisis.»

Plantea que, para el discurso analítico, haría falta todo un otro modo de reproducción, distinto al del discurso del amo. «El discurso analítico [...] es el testimonio de que algo se aclara por lo real». ¿Qué es lo que el analista investiga? «La gente que es enredada de un modo distinto al que se cree. Se llama a eso neurosis. » Y luego: «la referencia del discurso analítico es propiamente hablando el goce y no uno cualquiera, es el plus de goce. [...] El goce es un mandamiento [...] imposible de satisfacer. »

Habla también del racismo («todos [...] somos racistas»), del grupo analítico («es aquello que habría que evitar»), de la función de obediencia como lo que liga el discurso del amo, de sus cuadrípodos, de Freud como fragmentario, del lugar de la formación universitaria en la formación del analista («¿acaso hay objeción a una formación universitaria para entrar en la Escuela?»), de la neutralidad analítica como una forma de coartada, de la agresividad, de la noción de resistencia, del declinamiento del complejo de Edipo, del superyó como «el nudo de los nudos», de la vertiente femenina del acto analítico, de la esquizofrenia como «cuerpo sin órgano» en tanto el lenguaje es el órgano por excelencia. 

¡Buena lectura!


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